domingo, 9 de julio de 2017

La alargada sombra de Shakespeare en «Juego de tronos»


Funeral de Joffrey Baratheon 


Estamos justo a una semana del estreno de la séptima temporada de una de las series de televisión más vistas de todos los tiempos, «Juego de tronos», y son cientos los artículos que en estos días se están publicando, tanto en los medios de comunicación como en las redes sociales. Debo reconocer que no he leído aún la saga de novelas de «Canción de hielo y fuego» —de las que la serie se ha ido distanciando en los últimos años—, pero al ver este drama televisivo, advertí una notable influencia en George R. R. Martin, la del mejor «guionista» de todos los tiempos, William Shakespeare. Y digo eso porque son muchísimas las películas y series que se han nutrido directa o indirectamente de los textos del bardo de Avon. Si no que se lo digan a «Los Soprano», «Mad men», «Breaking bad», Orson Welles, Akira Kurosawa, Kenneth Branagh y otros tantos nombres que sería imposible reproducir aquí.

«Juego de tronos» se ambienta en una baja Edad Media imaginaria, con el consabido Trono de Hierro de los Siete Reinos en juego. Esto hará que las tramas vayan desatando las más bajas pasiones en sus protagonistas, y ahí es donde, precisamente, es tan notable la influencia de Shakespeare, pues la serie retrata de forma magistral un amplio muestrario de personajes que se van moviendo por el tablero de Poniente exhibiendo sus ambiciones por alcanzar el poder, sus deseos lujuriosos, su avaricia… Muchos de ellos, como los protagonistas de las tragedias griegas, estarán arrastrados a un fatal destino del cual no se podrán escapar. Son seres, en definitiva, emponzoñados y que ofrecen un retrato humano donde no hay espacio para las tonalidades grises, aunque pueda haber trazos oscuros en los personajes más «blancos» y ciertos destellos de luz en los más desalmados, como ocurre con Jamie Lannister, por ejemplo. Y es que pocos escritores como el dramaturgo inglés han logrado crear unos personajes tan complejos que emanan directamente del teatro de Esquilo, Sófocles y Eurípides. Toda esa herencia se aprecia obviamente en «Juego de tronos».


Orson Welles como Macbeth

Un reflejo muy claro de Shakespeare se percibe en la trama que rodea a Stannis Baratheon, que reclama el Trono de Hierro después de que su hermano Robert muriera de forma poco honrosa, tras ser atacado, en un claro estado de ebriedad, por un jabalí. Esa historia adquiere un tono de tragedia especialmente comparable a la de «Macbeth». Si en la obra shakesperiana Macbeth usurpa el trono del reino de Escocia influido por el poder de su esposa, Lady Macbeth, en «Juego de Tronos» la bruja roja será la encargada de introducir a Stannis en los caminos más intrincados de R’hllor, el dios de la luz, tanto que Baratheon se dejará seducir por el poder de la magia negra y permitirá que su propio hermano Renly sea asesinado por una sombra nacida del vientre de Melisandre. Este aspirante al Trono de Hierro acabará perdiendo la batalla de Aguasnegras al intentar conquistar Desembarco del Rey después de la magistral defensa de la plaza realizada por Tyrion Lannister, que empleó fuego valirio. Posteriormente, Melisandre, que es también un trasunto de las brujas que aparecen en «Macbeth» a modo de coro, hará caer a Stannis en un estado de locura tan grande que éste quemará en la hoguera a su propia hija pequeña a modo de sacrificio para que R’hllor le ayudara a conquistar Invernalia, reino en posesión de la Casa Bolton. A partir de ahí, se precipita la caída de Baratheon, que muere, después de que sus huestes hubieran sufrido una cruenta derrota en el campo de batalla, a manos de Brienne de Tarth.

   Las brujas de «Macbeth», al igual que otra bruja aparecida en la tetralogía de «Enrique VI», serán las encargadas de trasmitir los malos augurios a los respectivos reyes que aparecen en los dramas. Esas predicciones también están presentes en «Juego de tronos», ya que la propia Cersei Lannister cuando era pequeña consultó el oráculo de Maggy la Rana, quien le predijo que se casaría con un rey y que ella reinaría hasta que otra reina más bella y joven que ella le arrebatara el poder. En este caso, todo apunta a que dicha reina sea la legítima dueña del Trono de Hierro, Daenerys Targaryan. Igualmente, Maggy le auguró la muerte de sus tres hijos, que tendrían una corona y una mortaja de oro. En la serie hemos podido ver cómo esa profecía se cumplió en los vástagos de Cersei, que tuvieron unas muertes muy dramáticas.
La crudeza y violencia de algunas obras de Shakespeare originó que el propio George R. R. Martin dijera de forma muy irónica que el episodio de «La boda roja» al lado de tragedias como las de «Macbeth» pareciera «una despedida de solteras». En dicha boda podemos notar una de las mayores influencias del dramaturgo inglés, sobre todo porque en ésta se expone hasta qué grado puede llegar la traición en el ser humano. De esta forma, las casas Bolton y Frey se aliarán con los Lannister y cometerán una masacre contra los Stark y los Tully. También es muy crudo el episodio de la primera temporada en el que lord Eddard Stark es ajusticiado y su cabeza posteriormente es clavada en una pica. Todos estos acontecimientos podrían tener reminiscencias de tragedias como la de Ricardo III, rey que también ajusticiaba a sus enemigos sin ningún miramiento, como en la serie hace el rey Joffrey Baratheon, demostrando ser uno de los personajes más perversos de la saga.
A raíz de las afrentas sufridas por la Casa Stark, incluida la matanza realizada por Theon Greyjoy en Invernalia, Arya Stark adquiere un tinte netamente shakesperiano, pues desarrollará un sentido profundo de la venganza que hunde sus raíces en el personaje de Hamlet, también impulsado por ese mismo sentimiento al ver cómo su tío había usurpado el trono de su padre, al que asesinó vilmente antes de casarse con su difunta esposa.

Anthony Hopkins como Titus Andronicus 

Otra de las obras de Shakespeare que más se reflejan en «Juego de tronos» es, sin duda, «Titus Andronicus», donde el anciano general romano se venga de la afrenta padecida por su hija Lavinia, que es violada por los hijos del emperador y que, después de este tormento, sufre la amputación de sus manos y de su lengua para que no pudiera confesar nada. Titus acaba consumando su venganza cuando mata a los causantes de esta afrenta y hace que la emperatriz pruebe un plato cocinado con los restos de sus vástagos. Personajes como Ramsay Bolton, uno de los más sanguinarios de la serie y que protagonizó episodios tan violentos como la violación de Sansa Stark o la tortura de Theon Greyjoy, beben también de «Titus Andronicus». Lord Bolton tiene igualmente mucho de Ricardo III, monarca que asesinó a todo el que se pusiera en su camino para lograr el poder y que también murió vilmente como el propio Ramsay.
«Titus Andronicus» posee, asimismo, una gran influencia en la trama de Arya Stark, que consuma su venganza contra la Casa Frey cocinando los restos de los hijos de Walder Fray, al que se los sirve en un pastel. Justo después de eso asesina al cabeza de la familia Frey, que fue el principal responsable de «La boda roja», acontecimiento que supuso la caída de la Casa Stark.

Principales protagonistas de
«Juego de tronos»


Y he dejado aposta para el final la principal huella de Shakespeare en «Juego de tronos». El bardo de Avon plasmó magistralmente en varios de sus dramas históricos la Guerra de las dos Rosas, que enfrentó a las casas Lancaster y York en una convulsa Inglaterra durante la segunda mitad del siglo XV. Este conflicto fue retratado en la tetralogía formada por las tres partes de «Enrique VI» y por «Ricardo III». En «Juego de tronos», los Lannister son el trasunto de los Lancaster y los Stark, de los York. Ese sentido de la tragedia se advierte en episodios tan importantes como el de la muerte de Ned Stark, que acrecienta el odio de la casa norteña hacia los Lannister, quienes estarán detrás de la matanza de «La boda roja». La animadversión entre estas dos familias enfrentadas desde tiempos ancestrales no es inferior a la que muestran los Montescos y los Capuletos en «Romeo y Julieta».
Y ahora, en la madrugada del próximo 17 de julio, comenzarán, como decíamos más arriba, los nuevos episodios de «Juego de tronos». Será una buena oportunidad para descubrir los próximos paralelismos entre las obras de Shakespeare y la que va camino de convertirse en la serie más vista de todos los tiempos.

lunes, 3 de julio de 2017

«La suma que nos resta», poesía de altos quilates



Gonzalo Gragera (Sevilla, 1991) ha logrado recientemente el Premio de Poesía Joven RNE 2017 por su obra «La suma que nos resta» (Pre-Textos), un delicioso poemario que nos retrotrae a esa vertiente más intimista y culta de la poesía sevillana que se creó bajo la estirpe de Fernando de Herrera, Blanco White, Bécquer, Cernuda y Montesinos, entre otros.

El ordenamiento de los poemas es muy original y simbólico al mismo tiempo, ya que éstos se van sucediendo en orden decreciente, desde el número XXXVI hasta el I. De este modo, es como si el poeta fuera despojándose poco a poco de todo, en sintonía con esa resta que va horadando a la suma a lo largo de las páginas de este volumen.

El poemario se divide en cuatro partes, destacando especialmente los versos que se hallan encuadrados en el segundo epígrafe, «La luz y sus nombres», que, por otro lado, es el más extenso. Así, resultan especialmente hermosas imágenes que se hallan en poemas como «La comba»:

«La comba es una manivela
que al mundo provoca
este girar, tan insólito, 
de las pequeñas cosas.» 

Y es que al enfrentarse a estos poemas de Gonzalo Gragera, el lector siente, irrevocablemente, un chispazo en el alma, ya que son versos de gran hondura donde no sólo se reflexiona sobre el tiempo presente que nos ha tocado vivir («Ah de la vida… contemporánea»), sino que también se hace un ejercicio de introspección del pasado a través de una visión lírica que rezuma gran elegancia, como ocurre en el poema «Dama de noche»:

«La noche como un peso inagotable.
Y la dama de noche,
aquel olor perenne,
imitando el propósito
de estas horas oscuras:
sin espacio ni tiempo,
las ramas —o los brazos— de la madre
cuyo perfume evoca tus ayeres.»

En definitiva, que el jurado, compuesto por Esperanza López Parada, Luis Alberto de Cuenca, Amalia Buautista, Javier Lostalé e Ignacio Elguero de Olavide, ha acertado plenamente a la hora de conceder este merecido premio a un joven poeta que, por derecho propio, ha entrado a formar parte del Parnaso lírico hispalense.