Cuando uno se enfrenta a las 'Elegías de Duino', tiene que
comprender que Rainer Maria Rilke escribió una especie de testamento poético en el que se reflejaba su modo de sentir la vida. La fragilidad de su existencia le llevó a refugiarse en el
castillo de Duino, cerca de Trieste, bajo la protección de Marie von Thurn und
Taxis-Hohenloe. El poeta estaba atravesando una crisis personal y necesitaba un
espacio vital para refugiarse. Allí escribiría las primeras dos elegías de un
total de diez, pero su periplo le condujo hacia otros avatares. Poco después abandonó las piedras del castillo y comenzó un viaje que le llevaría por 1912 a
Toledo y después a Ronda, lugar en el que estuvo recluido varios meses. La ciudad
del Tajo le atrapó con su magia y embrujo, de ahí que se quedara durante más
tiempo del esperado, permaneciendo algunos meses en el Hotel Reina Victoria. De
hecho, aún es muy evidente la huella del poeta en la población malagueña aunque haya pasado más de un siglo de aquella estancia.
Diez años después de aquella aventura, en 1922, Rilke
finalizó las diez elegías y al año siguiente el libro saldría publicado en
Leipzig. A partir de entonces, la crítica fue consciente de que se trataba de
una de las obras cumbre de la literatura universal. De ese modo, este poemario
ha ido publicándose en numerosos idiomas y formatos hasta que el año pasado el
editor sevillano Pedro Tabernero se atrevió a publicar una versión íntegra del
texto original que cuenta con las sobrecogedoras ilustraciones del también artista hispalense Pepe
Yáñez. Esta edición apareció en la colección Poetas y Ciudades, que ha reunido
textos de otros grandes poetas como Lorca, Pedro Salinas y Neruda y posee una
cuidada traducción de Christoph Ehlers, que ha logrado verter al castellano las
complejidades de la obra original, escrita en alemán. La admiración que causa
hoy en día 'Elegías a Duino' ha permitido que el libro contenga también dos breves
pero precisos prólogos escritos por dos admiradores de este poeta: Luis Antonio
de Villena y Antonio Lucas.
Aparte de esos interesantes textos introductorios y del
propio peso de las elegías, esta edición tiene un valioso añadido, el centenar
de ilustraciones que ha preparado Pepe Yáñez, quien ha traducido a la perfección el complejo universo
creativo de Rilke en una serie de imágenes evocadoras, oscilando entre lo romántico y lo expresionista. No en
vano, estos textos han trascendido al paso del tiempo y son un canto elegíaco
de una persona que tenía una sensibilidad especial.
Cuando el lector se acerca a cada uno de los poemas que componen
el libro y contempla las ilustraciones que ha realizado Yáñez no puede sino
conmoverse ante un libro que está hecho para perdurar. Son poemas desgarradores de un poeta que vivía una crisis
existencial permanente y que se refugió en sus textos, renunciando incluso a
tener una sesión de psicoanálisis, tal y como le había sugerido su antigua
amante, Lou Andreas-Salomé, discípula de Sigmund Freud.
Probablemente se seguirán publicando nuevas ediciones de 'Elegías de Duino', pero ninguna de estas contendrá esa equilibrada emoción contenida que encierran los versos de Rilke reflejados magistralmente en imágenes bajo la mirada única y diferente de un artista tan inquieto como Pepe Yáñez.
No me imagino una
forma mejor de degustar este libro que paseando por las calles de Ronda durante
una tarde otoñal, mientras el espíritu del poeta sobrevuela la ciudad.
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