viernes, 9 de julio de 2021

'Elegías de Duino', una lectura imprescindible para el alma

 


Cuando uno se enfrenta a las 'Elegías de Duino', tiene que comprender que Rainer Maria Rilke escribió una especie de testamento poético en el que se reflejaba su modo de sentir la vida. La fragilidad de su existencia le llevó a refugiarse en el castillo de Duino, cerca de Trieste, bajo la protección de Marie von Thurn und Taxis-Hohenloe. El poeta estaba atravesando una crisis personal y necesitaba un espacio vital para refugiarse. Allí escribiría las primeras dos elegías de un total de diez, pero su periplo le condujo hacia otros avatares. Poco después abandonó las piedras del castillo y comenzó un viaje que le llevaría por 1912 a Toledo y después a Ronda, lugar en el que estuvo recluido varios meses. La ciudad del Tajo le atrapó con su magia y embrujo, de ahí que se quedara durante más tiempo del esperado, permaneciendo algunos meses en el Hotel Reina Victoria. De hecho, aún es muy evidente la huella del poeta en la población malagueña aunque haya pasado más de un siglo de aquella estancia.

Diez años después de aquella aventura, en 1922, Rilke finalizó las diez elegías y al año siguiente el libro saldría publicado en Leipzig. A partir de entonces, la crítica fue consciente de que se trataba de una de las obras cumbre de la literatura universal. De ese modo, este poemario ha ido publicándose en numerosos idiomas y formatos hasta que el año pasado el editor sevillano Pedro Tabernero se atrevió a publicar una versión íntegra del texto original que cuenta con las sobrecogedoras ilustraciones del también artista hispalense Pepe Yáñez. Esta edición apareció en la colección Poetas y Ciudades, que ha reunido textos de otros grandes poetas como Lorca, Pedro Salinas y Neruda y posee una cuidada traducción de Christoph Ehlers, que ha logrado verter al castellano las complejidades de la obra original, escrita en alemán. La admiración que causa hoy en día 'Elegías a Duino' ha permitido que el libro contenga también dos breves pero precisos prólogos escritos por dos admiradores de este poeta: Luis Antonio de Villena y Antonio Lucas.  

Aparte de esos interesantes textos introductorios y del propio peso de las elegías, esta edición tiene un valioso añadido, el centenar de ilustraciones que ha preparado Pepe Yáñez, quien ha traducido a la perfección el complejo universo creativo de Rilke en una serie de imágenes evocadoras, oscilando entre lo romántico y lo expresionista. No en vano, estos textos han trascendido al paso del tiempo y son un canto elegíaco de una persona que tenía una sensibilidad especial.



Cuando el lector se acerca a cada uno de los poemas que componen el libro y contempla las ilustraciones que ha realizado Yáñez no puede sino conmoverse ante un libro que está hecho para perdurar. Son poemas desgarradores de un poeta que vivía una crisis existencial permanente y que se refugió en sus textos, renunciando incluso a tener una sesión de psicoanálisis, tal y como le había sugerido su antigua amante, Lou Andreas-Salomé, discípula de Sigmund Freud.

Probablemente se seguirán publicando nuevas ediciones de 'Elegías de Duino', pero ninguna de estas contendrá esa equilibrada emoción contenida que encierran los versos de Rilke reflejados magistralmente en imágenes bajo la mirada única y diferente de un artista tan inquieto como Pepe Yáñez.

No me imagino una forma mejor de degustar este libro que paseando por las calles de Ronda durante una tarde otoñal, mientras el espíritu del poeta sobrevuela la ciudad.




sábado, 13 de marzo de 2021

Un thriller trepidante sobre una saga familiar


Cuando uno aborda esta obra de José Escalera debe tener en cuenta un hecho fundamental, que es la primera novela de una trilogía, de modo que algunas de las cosas que el autor nos cuenta en este libro tendrán su desarrollo en los próximos volúmenes. Sin embargo, Los Oehler. La Casa Hoffnung posee una trama que se puede también disfrutar por sí misma y que sienta las bases de lo que promete ser una saga apasionante, a tenor de la forma en la que empieza la narración y por cómo acaba esta primera parte.

Dejando estos elementos en un segundo plano, se trata de un thriller que presenta todas las claves para atrapar al lector desde su primera página hasta un final que queda totalmente abierto y que deja las expectativas muy altas.

Nos hallamos ante una novela coral en la que brilla con especial intensidad el personaje de Emma Oehler, hija de un rico industrial que se verá envuelta en una peligrosa peripecia desde que se encuentra su piso de Madrid totalmente revuelto. A partir de ahí se plantea una historia que tendrá momentos de altibajos, pero que nunca dejará indiferente al lector.

Cuando uno aborda las páginas de este libro tampoco puede pasar por alto los dramas de aquellas sagas familiares de los años ochenta que tanto éxito alcanzaron en distintas series de televisión, como Dinastía o Los Colby. Porque los Oehler tiene mucho de esas sagas en las que cada miembro tiene sus propios intereses. Por eso no es extraño que Fabian, el gran patriarca, sea quien mueva los hilos desde la sombra y que no oculte sus preferencias por su hija Emma por encima de sus otros herederos.   

El lector que se adentre en las páginas de este thriller encontrará una narración hilvanada sin cabos sueltos. No en vano, Escalera fue finalista del Premio Amazon Storyteller, un prestigioso concurso literario que avala la calidad de una historia en donde nada sobra. Además, no se trata de una novela de fácil lectura, ya que el autor nos conduce por un drama por el que deambulan medio centenar de personajes que se mueven por múltiples escenarios de Europa, Estados Unidos y África, por lo que hay que estar atento a todo lo que se cuenta para no perder ni un solo detalle.




En cuanto al estilo, este escritor opta por una prosa sencilla, ágil y cuidada, algo que potencia más la dificultad que supone escribir este tipo de novelas en las que lo que se narra tiene que responder siempre a un porqué. Abundan los diálogos y también encontramos tecnicismos, aunque no de una forma abrumadora.

También José Escalera ha realizado un exhaustivo trabajo de documentación para darle más verosimilitud a lo narrado. Lo más interesante es que esas costuras internas no se notan porque la trama avanza sin que haya elementos que la interrumpan. Todo ello salpicado por unos sucesos llenos de acción, como cuando Emma se encuentra en medio de un tiroteo y su vida corre serio peligro.

Al final de estas páginas el lector se queda con ganas de saber qué ocurrirá en las futuras partes, sobre todo después de un anuncio importante que hace Fabian y que puede simbolizar un giro de ciento ochenta grados en los acontecimientos.

En definitiva, Los Oehler. La Casa Hoffnung se presenta como una novela muy entretenida de un escritor novel que promete mucho, especialmente si logra mantener ese nivel de tensión e intriga en las siguientes partes. Habrá, pues, que seguir a José Escalera en un futuro, ya que nos puede deparar interesantes sorpresas.


Los Oehler. La Casa Hoffnung

Amazon

Finalista Premio Literario Amazon Storyteller

https://www.amazhttps://www.amazon.es/Los-Oehler-Finalista-Literario-Storyteller-ebook/dp/B08FXPBCWPon.es/Los-Oehler-Finalista-Literario-Storyteller-ebook/dp/B08FXPBCWP


jueves, 2 de enero de 2020

El talentoso sonido power pop de Juan Pablo Mazzola

Juan Pablo Mazzola es un apasionado de músicos como John Lennon y Charly García
Juan Pablo Mazzola es un argentino afincado en Valencia que lleva varios proyectos musicales hacia delante. El principal de ellos es Baby Scream, donde destacan unas composiciones de claro corte power pop y cantadas en inglés. Como muestra de ello está su último EP publicado con esta formación, «Things U Can Say To a Stranger». Asimismo, presenta otro lado más acústico con Multiverzal, un dúo formado con Mariano Azcurra en el que destacan los temas en español. Son sólo dos rostros de un artista poliédrico.

Antes que nada, ¿cómo fueron tus inicios musicales en Argentina a principios de los 2000?

Bastante complicados realmente, tuve un par de bandas medio raras, éramos muy inexpertos y se nos había dado cantar en inglés, algo polémico en Argentina.Nada ayudaba, uno al principio comete errores siempre. Aparte justo nos cayó encima la crisis argentina del 2001, habíamos creado Baby Scream, con quien era el otro integrante, Cristian Basualdo. Originalmente era una banda, cambiábamos rápido de integrantes, todo muy inestable. Tampoco teníamos decidido qué rumbo musical darle. Cuando más o menos la cosa iba arrancando, ocurrió una tremenda tragedia en un concierto en Argentina donde murieron 200 chicos. Esto cambió mucho las habilitaciones a los locales y el ánimo en general. Fue tremendo. Nos quedamos con pocos lugares donde tocar. Verdaderamente un caos.
Hasta la fecha, Baby Scream es un proyecto con seis discos de larga duración, tres EP y cinco sencillos que tienen como bandera el power pop. ¿Cómo ha ido evolucionando tu música a lo largo de casi veinte años de creación?
Cuando Cristian se fue de Baby Scream quedé yo solo. Antes de eso habíamos logrado tener una última formación con la cual habíamos hecho algunos bolos y llegamos a grabar una canción para un tributo a Ramones, pero cuando fuimos a grabar lo que fue nuestro primer disco, ellos ya no estaban. A medida que fue pasando el tiempo se fue transformando en una cuestión mía, con lo cual todo pasó por mi tamiz. Yo tengo muchas influencias e intenté volcar a varias de ellas en Baby Scream. Hay dos discos («Secret Place» y «Baby Scream») que fueron grabados en concepto de banda. Había logrado armar una formación estable. Se puede decir que en esos dos discos participaron más esos integrantes en los arreglos, pero no en la composición. Yo creo que mi música evolucionó como la de cualquier otro cantautor inquieto. Fui sumando cosas a medida que fue pasando el tiempo. De todas formas intento ser coherente con el sonido y las composiciones: tengo tres o cuatro formas de escribir canciones y las voy usando en cada disco.
En tu imaginario creativo hay notables influencias de músicos de la talla de John Lennon, Harry Nilsson, Teenage Funclub, Cheap Trick, Ronnie Lane y un largo etcétera. ¿En qué modo se ha expresado eso a lo largo de tu trayectoria?
Mira, pues la clavaste al ángulo. Soy obsesivo de Lennon y super fan de todos esos músicos. Literalmente tengo todos los discos de cada uno que has nombrado. Como te decía, en lo de los tres o cuatro estilos musicales al momento de hacer canciones, digamos que a veces digo «voy a intentar hacer una canción en modo Lennon»«esta va en modo Teenage Fanclub»«este lo quiero en modo Ronnie Lane - Ian Mclagan». Tengo canciones en todos esos «modos», aunque estoy a años luz de poder crear algo que se le asemeje, pero es un lindo juego (sonríe).

Pasión por Charly García
Tú provienes de Argentina, uno de los países con más tradición de rock de toda Hispanoamérica. Nada más que hay que ver a artistas inmensos como Charly García, Fito Páez, Andrés Calamaro, etc. ¿Cómo casan esos músicos con tus preferencias por el power pop?
Los adoro a los tres, siendo García mi preferido probablemente, junto a Lennon y algún que otro personaje que por suerte el mundo nos dio. García es a mi criterio el mejor músico y compositor nacido en Argentina. En mi casa es religión, siento devoción por su música. A Calamaro y a Fito los amo verdaderamente. A ese tridente se le debe sumar a Spinetta, Cerati y Litto Nebbia. No sé si esas influencias se notan mucho en mi música cuando canto en inglés, pero cuando canto en castellano, seguro que sí. El tema es que los sonidos que siempre usé en Baby Scream fueron muy anglo.
«Things U Can Say To a Stranger» es, hasta el momento, el último EP que has grabado al frente de Baby Scream. En este trabajo hay influjos lennonianos como «Roundabouts» —un tema más íntimo— con otros como «Somebody Kill Me Now», que pudieran recordar más a Neil Young.
Totalmente. Son dos grandes nombres en mi vida, siempre aparecen en mis canciones, creo. Lennon es el guía espiritual del mundo. Fue él quien se inmoló, un verdadero Quijote. ¿Qué se puede decir de Neil Young que no se haya dicho? Por suerte el mundo, aparte de sus cosas tristes y feas, tiene este costado.
Tu otro gran proyecto musical es Multiverzal, un dúo del que forma parte también Mariano Azcurra. En «Singles 2018», ¿por qué habéis hecho una mezcla de temas en español e inglés?
Multiverzal nació de una idea que tuvimos con Mariano. Él había pasado al castellano una canción mía que se llama «Mars» de mi disco «Monsters». Después pasó al inglés otra que se llama «Blue in Berlin», de mi disco «Fan, Fan, Fan», y entonces yo adapté dos canciones suyas al inglés. Hicimos un EP, lo presentamos y nos quedamos con ganas de hacer más cosas. Entonces grabamos nueve singles, usamos algunas canciones famosas de artistas internacionales y Mariano las adaptó al castellano. Yo adapté algunas canciones de rock argentino al inglés. También volvimos a hacer lo mismo con temas propios. Fuimos sacando de a un single cada 20 días y al final editamos un CD con todos los singles, donde participan algunas figuras importantes de rock argentino.
Precisamente, en este último disco hay una versión de «Prisioner», de Ryan Adams. ¿Te identificas en cierto modo con este músico norteamericano por la facilidad que ambos tenéis a la hora de componer canciones y de trabajar en varios formatos al mismo tiempo?
Me identifico 100 % con él por los gustos, la variedad y la obsesión de sacar música constantemente. Es uno de mis músicos favoritos. Le pasé su música a Mariano y se enganchó también. Él tuvo la idea de hacer esa canción en castellano.
Tus compatriotas Súper Ratones —otros buenos representantes del power pop argentino— acaban de publicar su décimo disco de estudio, «Carreras de aviones». ¿Qué piensas sobre el hecho de que bandas como esta lleven unos 35 años haciendo música?
Es increíble, porque mantener cualquier cosa unida tanto tiempo en Argentina es casi una utopía, mucho más difícil una banda. Ellos son tremendos músicos y componen divinamente bien. Su último disco es impresionante. Ojalá vengan pronto porque estuvieron por venir y yo les iba a abrir el show en El Loco aquí en Valencia. En Argentina hay algunos excelentes representantes del power pop, como  Seba Rubin, que produjo mis dos primeros EP y que ahora tiene Los Andes, o The Kavanaghs, de la ciudad de Rosario. 

Discos recomendados de power pop
En el Olimpo del power pop hay grandes grupos como Badfinger, Big Star, Flamin’ Groovies, Raspberries, The Clash, The Jayhawks, Teenage Fanclub, Matthew Sweet, etc. ¿Podrías recomendarme algunos discos esenciales dentro de este estilo?
Sigues mencionando artistas cuyas discográficas fui completando con el paso de los años. Mira, esta es fácil. De Badfinger mi álbum preferido en «No Dice», creo que está entre mi top 50 de discos de todos los tiempos. De Big Star pienso que el primero es insuperable, es la definición perfecta de power pop por donde se lo mire. De The Clash es muy simple, «London Calling». Marcó toda una etapa de mi adolescencia. De hecho, no hay canción que no me haga recordar a mi último año de la escuela secundaria en mi país. Este álbum siempre lo menciono en mi top 10 cuando se hacen esos posteos en Facebook donde te taguean y te proponen mencionar tus discos favoritos. El caso de los Jayhawks es todo un tema. No podría nunca decirte uno solo. Soy muy fan, me pasa como con Lennon. Creo que «Tomorrow The Green Grass»«Sound of Lies» «Rainy Day Music» están arriba de todo. De los Flaming Groovies es una obviedad, pero creo que «Shake Some Action» es el mejor. De Raspberries le tengo especial cariño al primero. Con los Teenage Fanclub voy por «Bandwagonesque». Es el que más escuché siempre. Tiene ese sonido tan años noventa que cada vez que lo pongo me cuesta sacarlo. Aparte tienen «Alcoholiday», que es una de mis canciones preferidas. De Matthew Sweet mi disco preferido fue siempre «100 % Fun»
Este músico está cargado de proyectos para 2020
¿Qué proyectos preparas para este nuevo año que nos puedas desvelar?

Estoy con la loca idea de componer en castellano, pero me sale muy argentino (sonríe). No sé cómo va a ser recibido en España esto. 
La cosa es que voy grabando unos tres singles cada dos meses, los subo a las redes y los acumulo. Al final, tal como fue en el caso de Multiverzal, quiero sacar mi primer disco en español. Tengo listo un disco de covers que va a salir en enero o febrero, pero estoy viendo si algún loco de remate quiere editarlo aquí en España antes de sacarlo yo mismo. También armamos una banda junto a dos italianos muy talentosos. Estamos de a poco componiendo antes de salir a hacer algo. Por ahora viene todo más para un lado electrónico. Veremos qué depara el destino para eso. Es lo que más entusiasmado me tiene.

jueves, 7 de noviembre de 2019

«Carreras de aviones», un disco para una nueva era




Desde que publicaran hace diez años su disco homónimo, Súper Ratones ha pasado por todo tipo de avatares hasta que por fin apareciera publicado en España, el pasado mes de mayo, su décimo trabajo de estudio, «Carreras de aviones», que también verá felizmente la luz en Argentina el próximo 29 de noviembre a través de la discográfica Sony Music. Cuando oí por primera vez este álbum no pude dejar de sentir una gran emoción, sobre todo conociendo parte de la intrahistoria que ha acompañado a la banda durante la grabación de las nuevas canciones. De hecho, la muerte de Person hace ya cuatro años supuso un antes y un después en un grupo que ha sabido sobreponerse a este duro revés para demostrar que siguen siendo abanderados de un power-pop de altos quilates.

Ese milagro ha sido posible porque, antes que nada, Súper Ratones no se puede entender sin el concepto de la amistad. Eso es lo que ha hecho que el grupo saliera adelante, especialmente a partir de una dura etapa que iniciaron en 2008 y que se cristalizó en su imprescindible trabajo de estudio «Súper Ratones», uno de los mejores de su carrera. Además del talento natural de Mario Barassi (guitarra y voz) -que es el que ha asumido el mayor peso compositivo tras la muerte de Person-, sobresale también el carisma de Óscar Granieri (guitarra y voz); el nervio de Agustín Insausti (teclados y voz) -que también ha compuesto varios temas de gran calidad-; la fiabilidad de Pablo Díez (bajo) y la nueva incorporación de Sebastián Reinholz (batería y coros), el cual le insufla una savia nueva a la formación.  
    
El primer single que lanzaron fue «Si no tuvieras miedo», una canción que rezuma optimismo por todos sus poros. Como se trata de un álbum que posee numerosas colaboraciones, aquí hay que destacar la presencia de Mikel Izal y Alberto Pérez, de Izal, banda que en los últimos tiempos ha labrado una buena amistad con los argentinos. También el disco viene a confirmar la madurez compositiva de Mario Barassi, que ya anteriormente había dado muestras de su gran talento, pero que ahora ha tenido que asumir un papel mucho más protagonista tras la muerte de Person.

Abre el trabajo  «Carreras de aviones», coescrita entre Barassi y Manuel Moretti, que junto a Víctor Bertamoni suponen una destacada presencia de Estelares en este nuevo álbum de Súper Ratones. El hecho de que músicos de tanta calidad hayan participado evidencia que la amistad es uno de los valores más apreciados por los de Mar del Plata. Otra de las canciones que más me emocionan es «Un minuto es mucho tiempo», temazo de Mario que oí por primera vez en el concierto acústico que realizaron para Radio Nacional en «Los directos de Radio 3» y que destaca por incluir un puente espectacular. Esta versión cuenta también con otro gran amigo de la banda, Juanchi Baleirón.  

 


Uno de los momentos más emotivos de este disco es cuando Mario Barassi interpreta «En tu camino otra vez», estupenda balada que compuso Person para su único disco en solitario, «Via Properzi». La voz de Person suena de hecho en los corosA continuación, viene el primero de los temas compuestos por Agustín Insausti, «Tonto temor», un delicioso medio tiempo de pop con una armónica dylaniana y la colaboración de Stebing Balaguer. La primera parte de «Carreras de aviones» se cierra con un perfecto tema de power-pop de Mario Barassi, «A remar», una de las composiciones mejores de este trabajo. 

«Me gusta la lluvia», con deliciosos toques siderales y guitarra con claras reminiscencias a The Byrds, es una de las marcas de la casa de Súper Ratones, ya que presenta perfectas armonías vocales. En ese corte vuelve a colaborar Manuel Moretti en la voz. Mario y Agustín han firmado una canción en la que el segundo pone los coros. También tiene toques sesenteros «Para hacer una montaña», que en cierto sentido recuerda al clásico «Everybody's Talking» de Nilsson. Ahí colabora Richard Coleman con ruidos y efectos de guitarra.

Otro de los momentos más emotivos del disco es «Hijo», otra magnífica balada firmada por Mario Barassi y para mí uno de los mejores cortes de «Carreras de aviones». El corte es una canción muy delicada que podrían haber cantado Crosby, Stills & Nash en sus mejores tiempos. La presencia del gran Jorge Maronna de Les Luthiers, un viejo amigo de estos músicos, y Los Tipitos le da un caché especial.

De ahí pasamos, sin solución de continuidad, a una de las canciones más rockeras del disco, «Islas», excelente composición de Agustín Insausti con reminiscencias stonianas.

«Buen humor» es la segunda de las canciones que se han recuperado de «Via Properzi» y supone un gran esfuerzo por parte de Mario a la hora de adecuarse a las características vocales de Person. La colaboración vocal de Giuseppe Lloi, con sus palabras en italiano, se hace imprescindible en un corte con claros sonidos new wave. El hermano de Person, Leopoldo Porperzi, colabora a los coros.

Y llegamos al final de este fabuloso recorrido con «Amen», la tercera y última de las canciones de Person y que también estaba en «Via Properzi». Al escuchar este tema con toques souleros uno no puede dejar de pensar en que sigue habiendo esperanza en este mundo gracias a un tema que rezuma optimismo por los cuatro costados. La segunda parte de cada estrofa la canta Ulises Eyherabida, de Rescate, y en las partes entre el estribillo vuelve a intervenir Leopoldo Properzi, que le da un toque muy emotivo, sobre todo por su asombroso parecido en la voz con su hermano.


En definitiva, estamos ante un trabajo excepcional de Súper Ratones que nos hace pensar que el grupo tiene un futuro prometedor en los próximos años.


asdadad









  


    
   





miércoles, 13 de marzo de 2019

Una breve reflexión sobre «La gran belleza»





Debo reconocer que tenía una gran deuda con esta película pero, después de haberla visto hace unos días y de rumiarla en mi cabeza a fuego lento, admito que cada vez estoy más maravillado con «La gran belleza». Muchas personas, yo mismo me incluyo, teníamos en mente la idea de que se trataba de una especie de puesta al día de «La dolce vita». Sin embargo, creo que va más allá del filme de Fellini y que logra mostrar otros planteamientos. En cuanto al largometraje que nos ocupa, Paolo Sorrentino ofrece un fresco de la vida romana a través de los ojos de su protagonista, el escritor Jep Gambardella, el cual está magistralmente interpretado por Toni Servillo. Tras haber publicado una única y exitosa novela («El aparato humano») cuando tenía 25 años, este autor ha vivido de las rentas y se ha dedicado a la labor periodística, deambulando por la noche romana y sobreviviendo a una serie de personajes que no hacen sino evidenciar desde su condición banal el sentimiento trágico de la vida. En ese aspecto, la historia está salpicada de frases memorables, como una que pronuncia Gambardella cuando los invitados a una fiesta están haciendo un tren humano: «Son bonitos los trenecitos que hacemos en las fiestas, ¿verdad? Son los más bonitos del mundo porque no van a ninguna parte.» 

Pero más allá de todo esto, «La gran belleza» es una honda reflexión sobre la muerte, eje central sobre el que gravita la trama. De hecho, aunque el escritor reconoce que su existencia le ha llevado hacia lo mundano, no puede evitar que muchas personas que le rodean fallezcan de una forma abrupta, incluso aquellas a las que más ha amado. En esos momentos es cuando el espectador se da cuenta de que las calles de Roma, sus vetustos palacios, cada piedra que forma parte de la fachada del Coliseo o, incluso, el río Tíber, no son más que símbolos que remiten hacia lo luctuoso. Esa idea está potenciada por una exquisita banda sonora donde sobresalen músicas como «The beatitudes», que interpreta el Kronos Quartet y que resaltan la espiritualidad en contraste con la vacuidad de la sociedad romana.
 


No es extraño, pues, que esta cinta fuera galardonada con el Oscar a la mejor película extranjera en 2013, además de lograr un Globo de Oro y un Bafta. Gran culpa la tienen Paolo Sorrentino y Umberto Contarello, que escribieron el guion, amén de la impresionante fotografía de Luca Bigazzi, quien retrata una Roma con todas sus grandezas y miserias bajo unos encuadres llenos de lirismo.

En cuanto a la actuación de Toni Servillo, no había tenido la oportunidad de verlo en otro filme anterior, pero el papel que hace en «La gran belleza» es para quitarse el sombrero. Su forma de abordar el personaje de Gambardella es sobria y comedida, con un sabio equilibrio en sus gestos y sin demasiados aspavientos. En el ánimo del escritor, que acaba de cumplir 65 años, siempre subyace un pesimismo existencial. Es implacable y despiadado con los hipócritas (la escritora comunista que en realidad vive como una rica aristócrata), a la vez que ofrece su lado más tierno a las personas bondadosas y frágiles.


Después de haber visto esta película, cuando regrese a Roma y pasee junto a las orillas del Tíber, ya nada volverá a ser igual. Siempre me ha cautivado esta ciudad, quizás por esa decadencia que ha sabido conservar a lo largo de los siglos, pero desde ahora sé que recorreré sus calles bajo la misma mirada de Jep Gambardella.


domingo, 9 de julio de 2017

La alargada sombra de Shakespeare en «Juego de tronos»


Funeral de Joffrey Baratheon 


Estamos justo a una semana del estreno de la séptima temporada de una de las series de televisión más vistas de todos los tiempos, «Juego de tronos», y son cientos los artículos que en estos días se están publicando, tanto en los medios de comunicación como en las redes sociales. Debo reconocer que no he leído aún la saga de novelas de «Canción de hielo y fuego» —de las que la serie se ha ido distanciando en los últimos años—, pero al ver este drama televisivo, advertí una notable influencia en George R. R. Martin, la del mejor «guionista» de todos los tiempos, William Shakespeare. Y digo eso porque son muchísimas las películas y series que se han nutrido directa o indirectamente de los textos del bardo de Avon. Si no que se lo digan a «Los Soprano», «Mad men», «Breaking bad», Orson Welles, Akira Kurosawa, Kenneth Branagh y otros tantos nombres que sería imposible reproducir aquí.

«Juego de tronos» se ambienta en una baja Edad Media imaginaria, con el consabido Trono de Hierro de los Siete Reinos en juego. Esto hará que las tramas vayan desatando las más bajas pasiones en sus protagonistas, y ahí es donde, precisamente, es tan notable la influencia de Shakespeare, pues la serie retrata de forma magistral un amplio muestrario de personajes que se van moviendo por el tablero de Poniente exhibiendo sus ambiciones por alcanzar el poder, sus deseos lujuriosos, su avaricia… Muchos de ellos, como los protagonistas de las tragedias griegas, estarán arrastrados a un fatal destino del cual no se podrán escapar. Son seres, en definitiva, emponzoñados y que ofrecen un retrato humano donde no hay espacio para las tonalidades grises, aunque pueda haber trazos oscuros en los personajes más «blancos» y ciertos destellos de luz en los más desalmados, como ocurre con Jamie Lannister, por ejemplo. Y es que pocos escritores como el dramaturgo inglés han logrado crear unos personajes tan complejos que emanan directamente del teatro de Esquilo, Sófocles y Eurípides. Toda esa herencia se aprecia obviamente en «Juego de tronos».


Orson Welles como Macbeth

Un reflejo muy claro de Shakespeare se percibe en la trama que rodea a Stannis Baratheon, que reclama el Trono de Hierro después de que su hermano Robert muriera de forma poco honrosa, tras ser atacado, en un claro estado de ebriedad, por un jabalí. Esa historia adquiere un tono de tragedia especialmente comparable a la de «Macbeth». Si en la obra shakesperiana Macbeth usurpa el trono del reino de Escocia influido por el poder de su esposa, Lady Macbeth, en «Juego de Tronos» la bruja roja será la encargada de introducir a Stannis en los caminos más intrincados de R’hllor, el dios de la luz, tanto que Baratheon se dejará seducir por el poder de la magia negra y permitirá que su propio hermano Renly sea asesinado por una sombra nacida del vientre de Melisandre. Este aspirante al Trono de Hierro acabará perdiendo la batalla de Aguasnegras al intentar conquistar Desembarco del Rey después de la magistral defensa de la plaza realizada por Tyrion Lannister, que empleó fuego valirio. Posteriormente, Melisandre, que es también un trasunto de las brujas que aparecen en «Macbeth» a modo de coro, hará caer a Stannis en un estado de locura tan grande que éste quemará en la hoguera a su propia hija pequeña a modo de sacrificio para que R’hllor le ayudara a conquistar Invernalia, reino en posesión de la Casa Bolton. A partir de ahí, se precipita la caída de Baratheon, que muere, después de que sus huestes hubieran sufrido una cruenta derrota en el campo de batalla, a manos de Brienne de Tarth.

   Las brujas de «Macbeth», al igual que otra bruja aparecida en la tetralogía de «Enrique VI», serán las encargadas de trasmitir los malos augurios a los respectivos reyes que aparecen en los dramas. Esas predicciones también están presentes en «Juego de tronos», ya que la propia Cersei Lannister cuando era pequeña consultó el oráculo de Maggy la Rana, quien le predijo que se casaría con un rey y que ella reinaría hasta que otra reina más bella y joven que ella le arrebatara el poder. En este caso, todo apunta a que dicha reina sea la legítima dueña del Trono de Hierro, Daenerys Targaryan. Igualmente, Maggy le auguró la muerte de sus tres hijos, que tendrían una corona y una mortaja de oro. En la serie hemos podido ver cómo esa profecía se cumplió en los vástagos de Cersei, que tuvieron unas muertes muy dramáticas.
La crudeza y violencia de algunas obras de Shakespeare originó que el propio George R. R. Martin dijera de forma muy irónica que el episodio de «La boda roja» al lado de tragedias como las de «Macbeth» pareciera «una despedida de solteras». En dicha boda podemos notar una de las mayores influencias del dramaturgo inglés, sobre todo porque en ésta se expone hasta qué grado puede llegar la traición en el ser humano. De esta forma, las casas Bolton y Frey se aliarán con los Lannister y cometerán una masacre contra los Stark y los Tully. También es muy crudo el episodio de la primera temporada en el que lord Eddard Stark es ajusticiado y su cabeza posteriormente es clavada en una pica. Todos estos acontecimientos podrían tener reminiscencias de tragedias como la de Ricardo III, rey que también ajusticiaba a sus enemigos sin ningún miramiento, como en la serie hace el rey Joffrey Baratheon, demostrando ser uno de los personajes más perversos de la saga.
A raíz de las afrentas sufridas por la Casa Stark, incluida la matanza realizada por Theon Greyjoy en Invernalia, Arya Stark adquiere un tinte netamente shakesperiano, pues desarrollará un sentido profundo de la venganza que hunde sus raíces en el personaje de Hamlet, también impulsado por ese mismo sentimiento al ver cómo su tío había usurpado el trono de su padre, al que asesinó vilmente antes de casarse con su difunta esposa.

Anthony Hopkins como Titus Andronicus 

Otra de las obras de Shakespeare que más se reflejan en «Juego de tronos» es, sin duda, «Titus Andronicus», donde el anciano general romano se venga de la afrenta padecida por su hija Lavinia, que es violada por los hijos del emperador y que, después de este tormento, sufre la amputación de sus manos y de su lengua para que no pudiera confesar nada. Titus acaba consumando su venganza cuando mata a los causantes de esta afrenta y hace que la emperatriz pruebe un plato cocinado con los restos de sus vástagos. Personajes como Ramsay Bolton, uno de los más sanguinarios de la serie y que protagonizó episodios tan violentos como la violación de Sansa Stark o la tortura de Theon Greyjoy, beben también de «Titus Andronicus». Lord Bolton tiene igualmente mucho de Ricardo III, monarca que asesinó a todo el que se pusiera en su camino para lograr el poder y que también murió vilmente como el propio Ramsay.
«Titus Andronicus» posee, asimismo, una gran influencia en la trama de Arya Stark, que consuma su venganza contra la Casa Frey cocinando los restos de los hijos de Walder Fray, al que se los sirve en un pastel. Justo después de eso asesina al cabeza de la familia Frey, que fue el principal responsable de «La boda roja», acontecimiento que supuso la caída de la Casa Stark.

Principales protagonistas de
«Juego de tronos»


Y he dejado aposta para el final la principal huella de Shakespeare en «Juego de tronos». El bardo de Avon plasmó magistralmente en varios de sus dramas históricos la Guerra de las dos Rosas, que enfrentó a las casas Lancaster y York en una convulsa Inglaterra durante la segunda mitad del siglo XV. Este conflicto fue retratado en la tetralogía formada por las tres partes de «Enrique VI» y por «Ricardo III». En «Juego de tronos», los Lannister son el trasunto de los Lancaster y los Stark, de los York. Ese sentido de la tragedia se advierte en episodios tan importantes como el de la muerte de Ned Stark, que acrecienta el odio de la casa norteña hacia los Lannister, quienes estarán detrás de la matanza de «La boda roja». La animadversión entre estas dos familias enfrentadas desde tiempos ancestrales no es inferior a la que muestran los Montescos y los Capuletos en «Romeo y Julieta».
Y ahora, en la madrugada del próximo 17 de julio, comenzarán, como decíamos más arriba, los nuevos episodios de «Juego de tronos». Será una buena oportunidad para descubrir los próximos paralelismos entre las obras de Shakespeare y la que va camino de convertirse en la serie más vista de todos los tiempos.

lunes, 3 de julio de 2017

«La suma que nos resta», poesía de altos quilates



Gonzalo Gragera (Sevilla, 1991) ha logrado recientemente el Premio de Poesía Joven RNE 2017 por su obra «La suma que nos resta» (Pre-Textos), un delicioso poemario que nos retrotrae a esa vertiente más intimista y culta de la poesía sevillana que se creó bajo la estirpe de Fernando de Herrera, Blanco White, Bécquer, Cernuda y Montesinos, entre otros.

El ordenamiento de los poemas es muy original y simbólico al mismo tiempo, ya que éstos se van sucediendo en orden decreciente, desde el número XXXVI hasta el I. De este modo, es como si el poeta fuera despojándose poco a poco de todo, en sintonía con esa resta que va horadando a la suma a lo largo de las páginas de este volumen.

El poemario se divide en cuatro partes, destacando especialmente los versos que se hallan encuadrados en el segundo epígrafe, «La luz y sus nombres», que, por otro lado, es el más extenso. Así, resultan especialmente hermosas imágenes que se hallan en poemas como «La comba»:

«La comba es una manivela
que al mundo provoca
este girar, tan insólito, 
de las pequeñas cosas.» 

Y es que al enfrentarse a estos poemas de Gonzalo Gragera, el lector siente, irrevocablemente, un chispazo en el alma, ya que son versos de gran hondura donde no sólo se reflexiona sobre el tiempo presente que nos ha tocado vivir («Ah de la vida… contemporánea»), sino que también se hace un ejercicio de introspección del pasado a través de una visión lírica que rezuma gran elegancia, como ocurre en el poema «Dama de noche»:

«La noche como un peso inagotable.
Y la dama de noche,
aquel olor perenne,
imitando el propósito
de estas horas oscuras:
sin espacio ni tiempo,
las ramas —o los brazos— de la madre
cuyo perfume evoca tus ayeres.»

En definitiva, que el jurado, compuesto por Esperanza López Parada, Luis Alberto de Cuenca, Amalia Buautista, Javier Lostalé e Ignacio Elguero de Olavide, ha acertado plenamente a la hora de conceder este merecido premio a un joven poeta que, por derecho propio, ha entrado a formar parte del Parnaso lírico hispalense.