jueves, 12 de enero de 2017

¿Cree usted en los fantasmas?


Desde tiempos remotos, el ser humano ha sentido una fascinación especial por los fantasmas. En el terreno artístico, han sido muchos los que, de alguna forma u otra, han plasmado esta gran atracción en obras maestras de la literatura, el cine, la televisión o la radio. Pero, antes que nada, habría que hacer una distinción entre los términos fantasma y espectro, algo que por lo general suele llevar a confusión. El primero es capaz de interactuar con las personas a las que se manifiesta, mientras que los espectros son como una especie de hologramas que repiten, una y otra vez, una misma acción de forma cíclica, sin que le altere la presencia de un hipotético testigo.
Ya en la antigua Grecia, es muy conocido el suceso que le ocurrió al filósofo Atenodoro, que compró una casa en Atenas a un precio demasiado barato para la zona en la que se encontraba. Una noche, mientras escribía a altas horas de la madrugada, se le apareció un fantasma que lo condujo hasta un patio y desapareció. Al día siguiente, el sabio ordenó que se cavara en el mismo lugar en donde el espectro le había señalado, y se halló el esqueleto de un hombre anciano. Después de darle sepultura, los sucesos paranormales desaparecieron. Con el paso de los siglos, muchos han hecho referencia a este caso, como Jean Potocki, autor de «Manuscrito hallado en Zaragoza», una de las obras capitales de la literatura gótica.
Entre los autores que mejor han plasmado el mundo de los aparecidos, destacan escritores como Daniel Defoe, que, además de su célebre «Robinson Crusoe», también dejó algunas breves historias fantasmagóricas, como «La aparición de Mrs. Veal». Por su parte, Horace Walpole, en su «Castillo de Otranto», también trató la temática espectral, además de inaugurar la moda de la literatura gótica, tan en boga en Europa durante los siglos XVIII y XIX. Otro gran maestro en el terreno gótico, E.T.A. Hoffmann, plasmó el fenómeno de la fantasmogénesis en varios relatos, tales como «Historias de fantasmas» o «La puerta tapiada». Este es el mismo caso que el de uno de sus «discípulos», Edgar Allan Poe, que será recordado por cuentos como «Eleonora» o «El retrato oval».
De entro todos los autores que más se dejaron fascinar por esta temática, no podemos olvidar Charles Dickens, cuya literatura supo combinar a la perfección el realismo y la denuncia social, tan propias de su época, con el gusto hacia lo paranormal. «Canción de Navidad» o «El guardavías» son ejemplos magistrales de ese gusto del escritor británico por todo lo relacionado con los aparecidos. Otros muchos escritores de la época victoriana también supieron plasmar el horror que rodea a los espectros. Ese el caso de Bulwer Lytton, Sheridan Le Fanu, Rudyard Kipling, Conan Doyle, Margaret Oliphant, Wilkie Collins, etc. En otro sentido contrario, y como ejemplo de sátira hacia esa imagen del fantasma victoriano que se asemeja a un ente lánguido que inspira compasión por su fatal destino, estaría la maravillosa novella «El fantasma de Canterville», de Oscar Wilde.
Entre los escritores norteamericanos, hubo auténticos maestros en la literatura de fantasmas, como Henry James, que sentó precedentes por su excepcional novella «Otra vuelta de tuerca», que ahondaba en la figura de los espectros, pero aportando un tono psicológico al relato muy desconocido hasta el momento. Otra norteamericana, Edith Wharton, brilló especialmente por sus cuentos de fantasmas. La autora de «La edad de la inocencia» tenía una sensibilidad especial y dejó pequeñas obras maestras en sus ghost stories. En Estados Unidos, asimismo, brillaron con sus relatos fantasmales Washington Irving, Nathaniel Hawthorne, Ambrose Bierce, etc. Aparte de esos clásicos, en las últimas décadas nadie puede olvidarse del gran maestro norteamericano del terror, Stephen King, recordado por una de las mejores historias de fantasmas de todos los tiempos, «El resplandor», que fue llevada al cine de manera magistral por Stanley Kubrick.
Uno de los grandes renovadores del género fue, sin lugar a dudas, M. R. James, que dejó de lado la tradición de la literatura victoriana para ofrecer una visión más moderna de los fantasmas, incidiendo en elementos psicológicos que lo alejaban de la tradición decimonónica. Igualmente, podríamos citar a escritores como Guy de Maupassant, gracias a relatos tan recordados como «El horla», una de las obras maestras de la literatura fantasmagórica.
En España, también existen algunos ejemplos de escritores que se dejaron seducir por esta temática. Tal es el caso de Gustavo Adolfo Bécquer, Emilia Pardo Bazán o Pío Baroja.
En el terreno cinematográfico, aparte de la ya citada «El resplandor», hay otros buenos ejemplos de películas que reflejan esa fascinación por el tema de los fantasmas, como «Los inocentes» -una adaptación de «Otra vuelta de tuerca»-, «Al final de la escalera», «Ghost», «El sexto sentido» o «Los otros», entre otros muchos ejemplos. «Canción de Navidad», de Dickens, ha sido igualmente adaptada numerosas veces, algunas hasta en clave de parodia, como «Los fantasmas atacan al jefe»Por otra parte, dentro de la cinematografía japonesa se han hecho brillantes incursiones en este terreno, tales como «El círculo» o «Dark water». También la televisión ha mostrado su fascinación por este tema a través de series como «Entre fantasmas».
Por último, los amantes de la radio recordarán a Juan José Plans, que realizó dos espacios en Radio Nacional de España que tuvieron mucho éxito: «Sobrenatural» e «Historias». En estos programas, un completo equipo de profesionales, dirigidos por el añorado periodista asturiano, acometió la empresa de realizar versiones dramatizadas de clásicos de la literatura de terror, destacando también la temática fantasmal como una de las principales. Son célebres sus adaptaciones de «El horla», de Maupassant, o «La puerta abierta», de Margaret Oliphant.   
En fin, que podrían ser muchos más los ejemplos, pero lo anteriormente expuesto no deja de mostrar ese reflejo que el tema de los fantasmas ha tenido a lo largo de la historia en las distintas manifestaciones artísticas.