Desde tiempos remotos, el ser humano ha sentido una
fascinación especial por los fantasmas. En el terreno artístico, han sido
muchos los que, de alguna forma u otra, han plasmado esta gran atracción en
obras maestras de la literatura, el cine, la televisión o la radio. Pero, antes
que nada, habría que hacer una distinción entre los términos fantasma y
espectro, algo que por lo general suele llevar a confusión. El primero es capaz de
interactuar con las personas a las que se manifiesta, mientras que los
espectros son como una especie de hologramas que repiten, una y otra vez, una
misma acción de forma cíclica, sin que le altere la presencia de un hipotético
testigo.
Ya en la antigua Grecia, es
muy conocido el suceso que le ocurrió al filósofo Atenodoro, que compró una
casa en Atenas a un precio demasiado barato para la zona en la que se
encontraba. Una noche, mientras escribía a altas horas de la madrugada, se le
apareció un fantasma que lo condujo hasta un patio y desapareció. Al día siguiente, el sabio ordenó que se cavara en el mismo lugar en donde el espectro le había señalado, y
se halló el esqueleto de un hombre anciano. Después de darle sepultura, los sucesos
paranormales desaparecieron. Con el paso de los siglos, muchos han hecho
referencia a este caso, como Jean Potocki, autor de «Manuscrito hallado en
Zaragoza», una de las obras capitales de la literatura gótica.
Entre los autores que mejor
han plasmado el mundo de los aparecidos, destacan escritores como Daniel Defoe,
que, además de su célebre «Robinson Crusoe», también dejó algunas breves
historias fantasmagóricas, como «La aparición de Mrs. Veal». Por su parte,
Horace Walpole, en su «Castillo de Otranto», también trató la temática espectral,
además de inaugurar la moda de la literatura gótica, tan en boga en Europa
durante los siglos XVIII y XIX. Otro gran maestro en el terreno gótico, E.T.A.
Hoffmann, plasmó el fenómeno de la fantasmogénesis en varios relatos, tales
como «Historias
de fantasmas» o «La puerta tapiada». Este es el mismo caso que el de uno de sus
«discípulos», Edgar Allan Poe, que será recordado por cuentos como «Eleonora» o
«El retrato oval».
De entro todos los autores
que más se dejaron fascinar por esta temática, no podemos olvidar Charles
Dickens, cuya literatura supo combinar a la perfección el realismo y la
denuncia social, tan propias de su época, con el gusto hacia lo paranormal.
«Canción de Navidad» o «El guardavías» son ejemplos magistrales de ese gusto
del escritor británico por todo lo relacionado con los aparecidos. Otros muchos
escritores de la época victoriana también supieron plasmar el horror que rodea
a los espectros. Ese el caso de Bulwer Lytton, Sheridan Le Fanu, Rudyard Kipling, Conan Doyle,
Margaret Oliphant, Wilkie Collins, etc. En otro sentido contrario, y como ejemplo de sátira hacia esa imagen
del fantasma victoriano que se asemeja a un ente lánguido que inspira compasión por su fatal
destino, estaría la maravillosa novella «El fantasma de Canterville», de Oscar
Wilde.
Entre los escritores
norteamericanos, hubo auténticos maestros en la literatura de fantasmas, como
Henry James, que sentó precedentes por su excepcional novella «Otra vuelta de
tuerca», que ahondaba en la figura de los espectros, pero aportando un tono
psicológico al relato muy desconocido hasta el momento. Otra norteamericana,
Edith Wharton, brilló especialmente por sus cuentos de fantasmas. La autora de
«La edad de la inocencia» tenía una sensibilidad especial y dejó pequeñas obras
maestras en sus ghost stories. En Estados Unidos, asimismo, brillaron con sus
relatos fantasmales Washington Irving, Nathaniel Hawthorne, Ambrose Bierce,
etc. Aparte de esos clásicos, en las últimas décadas nadie puede olvidarse del
gran maestro norteamericano del terror, Stephen King, recordado por una de las
mejores historias de fantasmas de todos los tiempos, «El resplandor», que fue
llevada al cine de manera magistral por Stanley Kubrick.
Uno de los grandes
renovadores del género fue, sin lugar a dudas, M. R. James, que dejó de lado la
tradición de la literatura victoriana para ofrecer una visión más moderna de
los fantasmas, incidiendo en elementos psicológicos que lo alejaban de la
tradición decimonónica. Igualmente, podríamos citar a escritores como Guy de
Maupassant, gracias a relatos tan recordados como «El horla», una de las obras
maestras de la literatura fantasmagórica.
En España, también existen
algunos ejemplos de escritores que se dejaron seducir por esta temática. Tal es
el caso de Gustavo Adolfo Bécquer, Emilia Pardo Bazán o Pío Baroja.
En el terreno
cinematográfico, aparte de la ya citada «El resplandor», hay otros buenos
ejemplos de películas que reflejan esa fascinación por el tema de los
fantasmas, como «Los inocentes» -una adaptación de «Otra vuelta de tuerca»-,
«Al final de la escalera», «Ghost», «El sexto sentido» o «Los otros», entre otros muchos ejemplos. «Canción de Navidad», de Dickens, ha sido igualmente adaptada numerosas veces, algunas hasta en clave de parodia, como «Los fantasmas atacan al jefe». Por otra parte, dentro de la cinematografía japonesa se han hecho brillantes incursiones en este terreno, tales como «El círculo» o «Dark water». También la televisión ha mostrado su fascinación por este tema a través de series como «Entre fantasmas».
Por último, los amantes de la radio
recordarán a Juan José Plans, que realizó dos espacios en Radio Nacional de
España que tuvieron mucho éxito: «Sobrenatural» e «Historias». En estos
programas, un completo equipo de profesionales, dirigidos por el añorado
periodista asturiano, acometió la empresa de realizar versiones dramatizadas de
clásicos de la literatura de terror, destacando también la temática fantasmal
como una de las principales. Son célebres sus adaptaciones de «El horla», de
Maupassant, o «La puerta abierta», de Margaret Oliphant.
En fin, que podrían ser
muchos más los ejemplos, pero lo anteriormente expuesto no deja de mostrar ese
reflejo que el tema de los fantasmas ha tenido a lo largo de la historia en las
distintas manifestaciones artísticas.