Cuando en el año 1993 oí el disco de “Songs of Faith and
Devotion”, me enganché para siempre a uno de los grupos más clásicos del
synthpop de los ochenta como es Depeche Mode. Me encantó esa voz de barítono
tan seductora y, al mismo tiempo, desgarradora de Dave Gahan, unida a unas
texturas instrumentales y sonoras llenas de oscuridad propiciadas por la
excelente producción de Flood, más lo añadido en los teclados por el añorado Alan Wilder, que
se marchó de la banda dos años después. Ahora, los de Basildon publican su decimocuarto disco de estudio, “Spirit”, el sexto desde que adoptaron el formato de
trío, en 1997. La repercusión en los medios y entre el público ha sido muy variopinta,
desde las críticas más entusiastas hasta los comentarios que dan por muertos a
los británicos. En mi caso, y una vez que he podido escuchar el disco ya muchas veces,
me parece que se trata de un estupendo trabajo, sobre todo porque el grupo ha
sabido progresar en su sonido electrónico gracias a una magistral producción de
James Ford, hacedor de otros músicos de gran calado, tales como Artic Monkeys.