Hacía tiempo que tenía ganas
de leer algo de Thomas Hardy, uno de los grandes escritores británicos del
siglo XIX. De hecho, éste no sólo destacó como novelista, sino que también son
célebres sus poemas. Me he estrenado con este autor con «Los habitantes del
bosque (The woodlanders)», que era su novela favorita. En español tenemos la
suerte de contar con la excelente traducción que Roberto Frías realizó para la
editorial Impedimenta. No en vano, este libro ya ha alcanzado su tercera
edición, algo que no me extraña en absoluto porque la obra tiene algo muy
especial desde su primera página, ya que su tono y ritmo cadenciosos envuelven
al lector en una espiral. Para el propio autor, «Los habitantes del bosque» era
su novela favorita. Según cuenta el traductor en el epílogo de este libro, la
obra escandalizó a gran parte de la sociedad británica del momento, sobre todo
porque se salía de la línea narrativa que había desarrollado anteriormente
Thomas Hardy, tratando temas más comprometidos para la época, como la denuncia
de la concepción de la mujer como un mero objeto sexual. También se atisba la
influencia del pensamiento darwinista, tan en boga en aquellos años, y que
apunta hacia los instintos más puros y primarios del ser humano.
Pero
más allá de esto, me gustaría destacar la exquisitez del autor
a la hora de retratar un fresco de personajes que dejan huella en el lector. En
ese sentido subrayaría a Giles Winterborne y a Grace Melbury, que son el
reflejo de un amor romántico imposible, sobre todo por los convencionalismos
sociales que imperaban en aquella época. El padre de Grace, Mr. Melbury, un
adinerado comerciante, incumplirá su promesa inicial de que Grace y Giles se casaran,
pues aspiraba a que su hija mejorara en su posición social; para ello
planificará un matrimonio con el doctor Edred Fitzpiers, que pertenece a una clase
social más alta. En ese entramado de hipocresías y convencionalismos entrará en
juego Mrs. Charmond, una rica viuda que tendrá un affair con Fitzpiers. Aparte
está Marty South, una joven muchacha que siempre había estado enamorada de Winterbone.
La maestría de Hardy hace que contraste la pureza de determinados personajes
más apegados a la tierra ―como Giles, Grace o Marty― frente a aquellos que son
un trasunto de la vanidad del ser humano y de una inclinación por lo banal
(Fitzpiers y Mrs. Charmond).
Aparte
de este fresco de personajes tan bien definidos, sobresale el protagonismo de
una pequeña localidad cercana a zonas boscosas que se llama Little Hintock, que
es una región ficticia creada por el escritor y que adquiere, por sí misma, un
carácter muy dramático. De hecho, los bosques son en esta novela un personaje
más, pues el lector puede oler perfectamente la humedad de la tierra recién
mojada por la lluvia o dejarse estremecer por el sonido de las ramas de los
árboles azotados por el viento. Pocos escritores como Hardy son capaces de
crear ese pulso narrativo a través de una prosa tremendamente elegante en la
que rezuma un gran lirismo. En ese sentido, su visión de poeta es esencial para plasmar los
paisajes de una forma cautivadora, siempre apuntando al lado más subjetivo
con la intención de crear en el lector un estado de ánimo. A este respecto, es
memorable el encuentro nocturno que protagonizan Grace Melbury y Mrs. Charmond
en pleno bosque, ya que en esos bosques habita un alma ancestral.
En definitiva, esta
novela ―que apareció en forma de serial entre mayo de 1886 y abril de 1887 y
que posteriormente fue publicada en tres volúmenes en 1887― es un ejemplo de
literatura de altos quilates, tanto en su construcción formal como en el
trasfondo de su historia. Su obligada lectura se nos antoja, pues, como una
excelente forma para recuperar a un autor tan injustamente olvidado en España
como Thomas Hardy, uno de los grandes maestros de las letras anglosajonas.
«Los habitantes del bosque», de Thomas Hardy
Impedimenta
Traducción de Roberto Frías
452 páginas
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