miércoles, 7 de junio de 2017

«Los habitantes del bosque», una obra maestra de Thomas Hardy




Hacía tiempo que tenía ganas de leer algo de Thomas Hardy, uno de los grandes escritores británicos del siglo XIX. De hecho, éste no sólo destacó como novelista, sino que también son célebres sus poemas. Me he estrenado con este autor con «Los habitantes del bosque (The woodlanders)», que era su novela favorita. En español tenemos la suerte de contar con la excelente traducción que Roberto Frías realizó para la editorial Impedimenta. No en vano, este libro ya ha alcanzado su tercera edición, algo que no me extraña en absoluto porque la obra tiene algo muy especial desde su primera página, ya que su tono y ritmo cadenciosos envuelven al lector en una espiral. Para el propio autor, «Los habitantes del bosque» era su novela favorita. Según cuenta el traductor en el epílogo de este libro, la obra escandalizó a gran parte de la sociedad británica del momento, sobre todo porque se salía de la línea narrativa que había desarrollado anteriormente Thomas Hardy, tratando temas más comprometidos para la época, como la denuncia de la concepción de la mujer como un mero objeto sexual. También se atisba la influencia del pensamiento darwinista, tan en boga en aquellos años, y que apunta hacia los instintos más puros y primarios del ser humano.
Pero más allá de esto, me gustaría destacar la exquisitez del autor a la hora de retratar un fresco de personajes que dejan huella en el lector. En ese sentido subrayaría a Giles Winterborne y a Grace Melbury, que son el reflejo de un amor romántico imposible, sobre todo por los convencionalismos sociales que imperaban en aquella época. El padre de Grace, Mr. Melbury, un adinerado comerciante, incumplirá su promesa inicial de que Grace y Giles se casaran, pues aspiraba a que su hija mejorara en su posición social; para ello planificará un matrimonio con el doctor Edred Fitzpiers, que pertenece a una clase social más alta. En ese entramado de hipocresías y convencionalismos entrará en juego Mrs. Charmond, una rica viuda que tendrá un affair con Fitzpiers. Aparte está Marty South, una joven muchacha que siempre había estado enamorada de Winterbone. La maestría de Hardy hace que contraste la pureza de determinados personajes más apegados a la tierra ―como Giles, Grace o Marty― frente a aquellos que son un trasunto de la vanidad del ser humano y de una inclinación por lo banal (Fitzpiers y Mrs. Charmond).
Aparte de este fresco de personajes tan bien definidos, sobresale el protagonismo de una pequeña localidad cercana a zonas boscosas que se llama Little Hintock, que es una región ficticia creada por el escritor y que adquiere, por sí misma, un carácter muy dramático. De hecho, los bosques son en esta novela un personaje más, pues el lector puede oler perfectamente la humedad de la tierra recién mojada por la lluvia o dejarse estremecer por el sonido de las ramas de los árboles azotados por el viento. Pocos escritores como Hardy son capaces de crear ese pulso narrativo a través de una prosa tremendamente elegante en la que rezuma un gran lirismo. En ese sentido, su visión de poeta es esencial para plasmar los paisajes de una forma cautivadora, siempre apuntando al lado más subjetivo con la intención de crear en el lector un estado de ánimo. A este respecto, es memorable el encuentro nocturno que protagonizan Grace Melbury y Mrs. Charmond en pleno bosque, ya que en esos bosques habita un alma ancestral.
En definitiva, esta novela ―que apareció en forma de serial entre mayo de 1886 y abril de 1887 y que posteriormente fue publicada en tres volúmenes en 1887― es un ejemplo de literatura de altos quilates, tanto en su construcción formal como en el trasfondo de su historia. Su obligada lectura se nos antoja, pues, como una excelente forma para recuperar a un autor tan injustamente olvidado en España como Thomas Hardy, uno de los grandes maestros de las letras anglosajonas.



«Los habitantes del bosque», de Thomas Hardy

Impedimenta

Traducción de Roberto Frías

452 páginas



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