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domingo, 20 de noviembre de 2016
Diez razones para ver "Mad men"
Después de haber tenido la oportunidad de ver la reposición, durante el último año, de la serie «Mad men» en el canal AMC, me aventuro a dar diez razones por las cuales todo el mundo debería verla, al menos una vez en la vida.
Primera. Porque hace un retrato magistral de Estados Unidos durante la década de los años sesenta. Todo está muy cuidado, desde la estética pop hasta el vestuario, pasando por los peinados, las tendencias, la moda… Durante los casi cien capítulos que la componen, el espectador estará constantemente contextualizado con aspectos políticos (asesinatos de Kennedy y Luther King…), sociales (el racismo), culturales (concierto de los Beatles en el Shea Stadium de Nueva York en 1965), etc., siendo un testigo, casi excepcional, de todos aquellos acontecimientos.
Segunda. Porque posee una banda sonora extraordinaria, comenzando con la música incidental confeccionada por David Carbonara, ya que no son composiciones que simplemente adornan la trama, sino que acentúan el dramatismo de determinados pasajes. Carbonara pasa del jazz al pop con un estilo muy elegante, alternando eso con pasajes sinfónicos muy emotivos y con tintes melancólicos. Aparte de esta música especialmente creada para la serie, cada capítulo suele terminar con una canción propia de aquella «década prodigiosa». No faltan temas de Elvis Presley; Bob Dylan; Peter, Paul and Mary; Sonny Bono and Chair; The Kinks; The Rolling Stones, etc. Especialmente, y como beatlemano que soy, destacaría el empleo de la canción «Tomorrow never Knows», del disco «Revolver», de los Beatles. El productor de la serie, Matthew Weiner, tuvo que pagar una millonada para reproducir un fragmento de la misma.
Tercera. Porque la serie refleja espléndidamente la cultura y la contracultura norteamericana de la época. Los personajes, de hecho, van evolucionando desde un tradicionalismo americano heredado de décadas anteriores hasta una época de cambios frenéticos. Son los años de Bob Dylan, los Beatles, los Rolling..., pero también de la Velvet Udergound, la herencia de la Generación Beat, las drogas, el movimiento hippie, etc. Todo eso tiene cabida en el universo de esta ficción.
Cuarta. Porque «Mad men» es un retrato del trabajo de los publicistas que trabajaban en la Madison Avenue de Nueva York en los sesenta. En ese sentido, la serie ahonda en todas las pasiones humanas, imperando las ambiciones personales, los deseos por triunfar aun a costa de los demás, las envidias, el sexo clandestino, etc. A lo largo de los capítulos, se retrata fielmente el talento de aquellos equipos de creativos que, en muchos aspectos, fueron unos auténticos pioneros de los anuncios publicitarios, tanto en prensa como en radio y televisión.
Quinta. Porque la serie no está exenta de ciertos elementos fantásticos que, por lo general, acentúan algunos aspectos del pasado de su protagonista, Don Draper. Se trata de una especie de realismo mágico que durante las siete temporadas aparece como elemento recurrente. Es otro recurso excelentemente usado para ahondar en tramas que parecían estar olvidadas, pero que vuelven a salir a la superficie después de muchos años.
Sexta. Porque detrás de ella está el productor, guionista y director Matthew Weiner, autor de la que, por lo general, es considerada la mejor serie de todos los tiempos, «Los soprano». Weiner ha creado un universo de personajes y tramas extraordinariamente complejo, pero a la vez asequible para cualquier espectador que quiera adentrarse en «Mad men». Su maestría a la hora de retratar esa América de los años sesenta es para quitarse el sombrero, logrando muchos episodios que ya serán recordados dentro de la historia de la televisión.
Séptima. Porque los guiones de la serie están perfectamente trazados. De nuevo hay que resaltar la labor de Weiner al crear a un conjunto de personajes sumamente complejos, llenos casi todos ellos de luces y sombras insalvables. Y de entre esta galería de caracteres, cabe destacar el de Don Draper, un personaje atormentado por los fantasmas de su pasado, que le asediarán durante las siete temporadas. Nada de lo que hace Draper –un ejecutivo triunfador en el mundo de la publicidad– deja de tener relación con lo que fue su vida anterior. Es como si se mezclaran en éste influencias de Jekyll y Hyde o de Mr. Ripley.
Octava. Porque la serie cuenta con un conjunto de actores extraordinarios que dan vida a sus personajes con una maestría fuera de lo común. Desde la ambición que muestra en todo momento Vincent Kartheiser, en su papel de Pete Campbell, a la mordacidad de John M. Slattery, a la hora de retratar a Roger Sterling, pasando por el refinamiento absoluto y la clase de Christina Hendricks, interpretando su rol de Joan Holloway. De entre todos ellos, es justo resaltar a John Hamm dando vida a Donald Draper, porque su actuación se ajusta como un traje a medida a la vida de ese personaje torturado y lleno de complejidades. No es de extrañar que recibiera numerosos premios.
Novena. Porque «Mad men» encarna ese genuino American way of life. Las tramas siempre están llenas de situaciones glamourosas (los personajes no paran de beber y fumar en un contexto de lujo). Pero todo tiene un precio, pues en esa sociedad americana heredera del puritanismo también tienen cabida las infidelidades conyugales, los excesos con las drogas, etc. En ese sentido, Don Draper se acostará con muchas mujeres por esa insatisfacción existencial que sufre el personaje y por ese deseo constante de dominar al sexo femenino. A este respecto, la serie ha recibido críticas por mostrar un retrato demasiado machista de aquella época, pero en los años sesenta aún había, por desgracia, muchas más diferencias laborales que ahora entre el hombre y la mujer.
Décima. Porque es una serie que deja una huella profunda en quien la contempla; un poso que te hace reflexionar cada vez que concluye uno de sus episodios. El espectador se queda forzosamente conmovido por las situaciones que viven determinados personajes. En el capítulo final, Matthew Weiner ha sabido rematar con gran acierto todas las tramas que estaban abiertas. Además, uno es testigo de la evolución definitiva de Don Draper y piensa que no podía actuar de otra manera. Es como una especie de huida hacia delante. En definitiva, para las personas que aún no hayan tenido la oportunidad de ver «Mad men», les aconsejaría encarecidamente que se dejen seducir por esta galería de maravillosos personajes y tramas deliciosas. No se arrepentirán.
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